El presente siglo vio derrumbarse la columna que soportaba la mayor carga. Se vino al piso la teoría newtoniana que se inspiraba en el reduccionismo y el ordenamiento cósmico. Newton construyó toda su teoría alrededor de esa concepción dando por sentado que la naturaleza y todo lo que al mundo respecta se puede armar y desarmar de la misma manera como acontece con un reloj. "Si la única herramienta es un martillo", afirma Abraham Maslow, "uno comienza a ver todo en términos de clavos". Como ese enfoque regía el destino de la humanidad, todo cuanto se construyó en esa época se sometió a la dictadura de ese esquema. Y, para más señales, también el enmarañado sistema de engranajes que hoy impulsan el progreso de la humanidad, como la sociedad y particularmente las organizaciones empresariales, fue diseñado bajo el imperio del mismo paradigma. Consecuentemente fueron configuradas como si fueran máquinas y como tal era de esperar que trabajaran como máquinas en forma rutinaria, eficiente, exacta y predecible. Las organizaciones mecánicas puesto que se programan para conseguir objetivos específicos sufren de incurables restricciones principalmente en cuanto a la flexibilidad para adaptarse a circunstancias imprevistas. Cumplen el propósito para el que fueron construidas, pero no son propensas a la innovación.
El modelo newtoniano es determinista; según este modo de pensar todo es predecible, el caos era una complejidad que no podía desentrañarse y, por lo tanto, se ignoró. Fue un intento vano de la razón pretender doblegar la incertidumbre sencillamente desconociéndola aplicando la simplificación. No obstante, ya se ha comprobado que cuando se estudian sistemas complejos como la sociedad, la empresa o la economía las respuestas no son lineales y, cuando así ocurre, el efecto no es proporcional o se aparta notablemente de la fuente que lo originó y, repentinamente, se descubre que la conexión causa-efecto perdió vigencia.
Un ejemplo llega como anillo al dedo para contextualizar la argumentación. Si una máquina funciona mal, encontrar el problema sería hasta relativamente fácil. Se ha roto un eslabón en la cadena de causa-efecto del sistema. Cuando se encuentra el eslabón el problema es superado. En este caso se procede linealmente. Sin embargo, cuando el cuerpo humano funciona mal, un médico puede diagnosticar que la causa reside en determinado factor, pero en realidad la "causa" de toda perturbación de la salud es siempre múltiple, pues un organismo viviente -sistema complejo- está constituido por un sinnúmero de rizos de realimentación. Se trata de un sistema no lineal.
Los efectos "anormales" que se producen rompen la armonía invocada. Estas manifestaciones son suficientes para delatar que los sistemas complejos tienen una particular manera de comportarse lógica, por supuesto, en su arquitectura; y si los resultados no concuerdan con la causa es fácil deducir, sin lugar a dudas, que los altera algún evento extraño y por lo mismo como en la fábula de Marroquín, "en más de una ocasión sale lo que no se espera". Esos resultados inesperados, sorprenden. Luego, la pregunta obvia es: "¿De dónde salió esta perrilla? En los sistemas determinísticos, naturalmente, nunca ocurre. Pero son naturales en los sistemas complejos y dejan entrever claramente el entrelazamiento dinámico que existe entre el orden, el caos, el cambio y la totalidad.
Estas claras manifestaciones de la naturaleza y de los fenómenos sociales dieron origen al pensamiento complejo que, desconociendo a Newton, concibe el mundo desde otra perspectiva. "Complexus", que es tanto como decir "lo que está en conjunto" es el origen latino de la palabra complejo. En primera instancia se instauró el concepto de separar para analizar. Luego, se formalizó el holismo, porque según esta manera de ver el mundo el pensamiento sólo es pertinente cuando se puede situar en su contexto y en su globalidad, prescindir de ese enfoque puede conducir a respuestas absurdas y desprovistas de sentido. No obstante, desde las postrimerías del milenio pasado es inherente al contexto el pensamiento complejo.
Se ha venido hablando de lo complejo y la complejidad; creo que es el momento de expresar su significado de manera accesible. Prigogine deja entrever que se refiere a complejidad cuando en un sistema interactúa un gran número de elementos –no es posible identificar los elementos que intervienen ni cuántos son- y, por lo mismo, no se pueden anticipar las consecuencias de la interactuación. En general se considera complejo aquello que no se alcanza a explicar, lo que produce turbación, confusión, lo que no se puede definir de manera simple o nombrar de manera clara, lo que no puede resumirse en una palabra maestra, lo que no parece obedecer ninguna ley, aquello que no puede reducirse a una idea simple porque se presenta con los rasgos inquietantes de lo enredado, del desorden, la ambigüedad, la incertidumbre, lo impredecible, (Morin,1996, 21). En suma, la complejidad siempre está relacionada con el azar; está ligada a una mezcla íntima de orden y de desorden.
Esos comportamientos "anormales" a que se hizo alusión fueron inicialmente detectados por Henri Poincaré, después por Edward Lorenz y más recientemente por Ilya Prigogine. La idea inicial de Poincaré más tarde comprobada por Lorenz sostenía que pequeñas diferencias en las condiciones iniciales engendran otras muy grandes en las situaciones finales; un pequeño error en las primeras provocaría un error enorme en las últimas. Este comportamiento es típico de los sistemas sujetos a evolución, -la empresa lo es- porque son no-lineales, como ya se anotó. En estos sistemas un pequeño cambio en una variable puede generar efectos desproporcionados y aún catastróficos en otras variables. Lorenz y otros científicos comprendieron que en los sistemas dinámicos deterministas (causales), el potencial para generar caos (imprevisibilidad) está vigente en cada detalle. Así la no linealidad despedazó el sueño reduccionista.
Prigogine después de desenredar los misterios de la naturaleza del comportamiento azaroso propone la llamada "ciencia de la inestabilidad". En este enfoque la aparición súbita del orden a partir del caos es la regla antes que la excepción; y se apresura a confirmar que en la mayor parte de los sistemas sean físicos, químicos, sociales, económicos o empresariales los desenlaces no están predeterminados.
Es posible que esta concepción despierte la adhesión de unos y el desafecto de otros, pero debe quedar claro que si hasta ahora se creía o aceptaba que en los sistemas complejos -la sociedad, o una empresa, por ejemplo- el futuro dependía en parte del pasado y el presente, tajantemente descarta esa posibilidad y, alternativamente, ofrece otra que explica elocuentemente que está también en función del azar o, por lo menos, de fuerzas que escapan cada vez más al control del hombre.
Todos estos cambios conceptuales irreverentes, por supuesto, forzaron a reconsiderar el más venerable concepto de la modernidad: la racionalidad y la racionalización. La racionalidad siempre ha sido entendida como la aplicación de principios de coherencia a los datos que consigue la experiencia. Desde esta empinada cumbre, toda sociedad genera sus propios modos de dar interpretaciones consistentes a la realidad vivida. Sin embargo, corre el riesgo de ser perniciosa cuando se limita a la aplicación de la razón pura a los elementos, aislándolos del todo y del entorno, porque se diluye el concepto de conjunto.
La racionalización, tiene una acepción diferente; extrema, para decirlo de la manera menos alarmante. Tiene que ver con la aplicación excesiva de lógica a los datos que provienen de la experiencia rechazando de plano la complejidad inherente a la realidad y, sometiéndolos, arbitrariamente, a sus caprichos que, en último término no son más que modelos desprovistos de sensibilidad. La racionalización pretende, sin conseguirlo, -naturalmente- acomodar una ballena en el refrigerador.
La concepción holística condiciona el estudio de los sistemas con el tranquilizante de la racionalidad y rechaza de plano la racionalización. Porque no vemos el mundo como es, sino como nos han condicionado para verlo o, definitivamente, como se quiere ver. Ya ha hecho carrera la expresión; "Ser es ver". En este ambiente no es posible movilizarse sobre rieles. Existe primero la realidad real; y, luego, la percepción de la realidad. La percepción no reside ni en los ojos ni en los oídos; es el proceso de transformación que realiza el cerebro con la información que llega de los ojos, de los oídos y de los demás sentidos. Y tanto la racionalidad como la racionalización se inspiran en la percepción, que puede realmente haber perdido el rumbo y estar desplazándose en contravía. Esta puede ser una causa de distorsión de la realidad.
A todas estas distorsiones de la realidad ha estado expuesto el hombre, desde siempre. Sin embargo, el enigma ahora adquirió dimensiones insospechadas porque un nuevo agente disociador entró en escena.
El mundo siempre ha estado atrapado por el flujo y reflujo de los ciclos económicos y aún cuando la interpretación que sigue no es generalmente compartida, desde mi perspectiva -en la actualidad- la economía determina el rumbo de la sociedad. Ha sido una constante histórica. Hoy -por ejemplo- estamos sometidos al yugo de la globalización de la economía que concibió y, después, dio a luz -en parto natural- a una diabólica criatura llamada competitividad que tiene en vilo hasta a las empresas que han deslumbrado por su empuje. Este disolvente ha contribuido de manera excepcional a borrar los perfiles que definían las reglas del juego, provocando el desbordamiento de todos los ríos que desembocan en la cuenca del comercion internacional y, simultáneamente, desatando un incendio que bordea los límites del universo. Se ha propagado por todos los costados la conflagración exigiendo creatividad, innovación y paradigmas nuevos para sofocarla.
Naturalmente, de cualquier forma hay que resolver la ecuación de supervivencia. ¿Y cómo comenzar a despejar las incógnitas? ¿Acaso es posible percibir los escenarios como realmente son?
La percepción se rige por los paradigmas. Una aproximación afortunada para entender espontáneamente este último concepto es asociarlo con la idea de mapa. El mapa no es el territorio. Un paradigma es exactamente un mapa mental, es una teoría, una explicación, un modelo de alguna otra cosa, es un mapa que sirve para llevar al observador a alguna parte. Cuando usted quiera llegar al Edén perdido un plano es una ayuda indiscutible. Pero, ¿qué pasa si el plano o el mapa está equivocado? Lo mismo que cuando quiere abrir el candado con una llave equivocada; sencillamente no abre. En el otro caso sin más explicaciones usted se pierde, no puede interpretar la realidad en sus verdaderas dimensiones; la desdibuja. Esta es otra causa para desenfocar la realidad.
La racionalización sufre descalabros desagradables con las paradojas, porque invoca la linealidad. Y la paradoja, se rebeldiza, la desobedece. "La paradoja sólo es un conflicto entre la realidad y lo que usted siente que la realidad debiera ser", dice el Nobel Richard Feyerman, (Zohar,1994,45). Con otras palabras, la paradoja es una afirmación aparentemente contradictoria, pero que puede ser cierta. La paradoja mimetiza la realidad. ¿No existe acaso una eventual contradicción entre libertad e igualdad? Una paradoja puede ser un distractor apropiado para perder de vista la verdadera realidad.
Siguiendo la dirección de los vientos que soplan en el ambiente empresarial resulta ahora inevitable atar o conectar los conceptos propuestos para comenzar a entender por qué muchas personas afirman que el mundo actual está loco.
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